domingo, 10 de enero de 2016

¡EL SECUESTRADOR!

Oscuridad, frío, el ruido de los autos en la calle y la aterradora mirada en los ojos de mi víctima, observándome fijamente como un ratón asustado delante de un gato,aunque en este caso es diferente, porque los gatos no tienen la capacidad de disfrutar el momento, ni tampoco amarran a sus presas en una silla, pero bueno, cada especie con sus métodos, después de todo, mis motivaciones son un poco más… instintivas.
Me acerco lentamente, le sujeto el rostro y ella me clava la mirada, como si creyera que, de algún modo, algo va a pasar y la voy a dejar da salir, pero no, eso no va a suceder, sólo una persona saldrá caminando de la habitación.Me detengo un poco en los detalles, su cabello negro, largo y sedoso, su piel blanca, con un leve bronceado, le sienta muy bien, el maquillaje es simple, delicado, o por lo menos lo era antes de que las lágrimas se lo estropearan, y sus ojos, esos ojos verdes maravillosos, perfectamente delineados, me fascinan, despiertan en mi cierto… deseo, difícil de explicar.

Presiono levemente su cabeza contra el espaldar y siento como su respiración aumenta y el corazón se le acelera, luego tomo la cuchara y la coloco debajo de uno de sus bellos ojos, y ella llora, a cántaros, se estremece y hace fluir las lágrimas, siento como tiembla y eso me emociona, me hace sentirme vivo mientras extraigo mi trofeo y lo desprendo de su cuerpo cortándole la raíz con unas tijeras quirúrgicas, nunca se es demasiado cuidadoso.
Es bueno cuando lloran, la salinidad de las lágrimas ayuda a que mi trofeo se mantenga en buen estado dentro del frasco, este es el número quince de la colección, últimamente esta siendo difícil encontrar joyas como esta.

Me vuelvo hacia mi víctima, veo el dolor en su rostro, la palidez de su piel y la tinta roja escurriéndole por encima… toda una obra de arte, aunque tal vez ella no lo aprecia de la misma forma que yo, pero no importa, después de todo yo soy el guionista, además, es una lástima que haya tenido que cubrirle la boca, por lo general me gusta escuchar sus gritos, le dan ese éxtasis tan preciado al momento, pero ella ha sido buena, muy buena, supongo que tendré que aminorarle el sufrimiento.

Normalmente me gusta degollarlas y verlas desangrase, pero por esta haré algo especial, así que me acerco nuevamente y ella cierra los párpados y aprieta fuertemente, supongo que piensa que vengo a por el otro ojo, pero con uno es suficiente, ella puede quedarse el otro, como recuerdo quizá.

Al tocar su nuca siento la humedad en su piel, las venas cada vez más secas y la temperatura descendiendo, localizo el cerebelo e introduzco rápidamente la navaja; muerte instantánea, ya no puede sentir más dolor, un merecido descanso para alguien que ha sido tan cooperativa, ahora sólo hay que deshacerse del cuerpo… o dejarlo a la entrada de la comisaría para que lo encuentren más rápido, de cualquier manera a mí no me van a encontrar, nunca lo harán, ellos no lo saben, pero soy yo quien gobierna este lugar.

Al final de todo la envuelvo en un plástico negro y la lanzo al mar, la marea hace el resto, conduzco hacia el supermercado, compro algunas cosas y me divierto oyendo los comentarios de la gente común sobre las catorce jóvenes desaparecidas, para cuando se enteren que ahora son quince yo ya habré contado dieciséis, siempre estoy por delante de ellos, no me sorprende, ellos están más preocupados por sus partidos de fútbol y sus novelas pudre cerebros y no prestan atención a la pelirroja que acabo de drogar y que ahora estoy metiendo al maletero del auto.

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